JESÚS TE HABLA DESDE LA CRUZ
Cada año, durante la Cuaresma, trato de que mis hermanos recapaciten un poco sobre su comportamiento, de manera especial en el trato con su prójimo; quiero que piensen sobre su condición humana, que hagan un alto en su vida y se den cuenta que sin mí, sólo son polvo y que la mundanal grandeza es humo que se esfuma ante el sepulcro. Mi más grande deseo es que la vida de los humanos continúe por siempre en la casa de mi Padre Dios; por eso quise hacerme hombre y nací de una mujer. Por ti he dejado escrita mi doctrina de amor, por ti llevé con amor la cruz sobre mis hombros, por ti recibí en mi espalda los latigazos que desgarraron mi carne en pedazos, por ti me escupieron la cara, por ti se burlaron de mí y me pusieron una corona de espinas, por ti saqué fuerzas de mi debilidad para levantarme después de cada caída, por ti llegué hasta el Calvario en donde tus pecados me clavaron en la cruz; y por ti, ya en mi delirio agónico, le dije a mi Padre Dios: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; por ti morí en la cruz y resucité triunfante al tercer día, y subí a mi Padre; y no me canso de interceder a cada momento por ti.
Pero tú, ¿qué haces en esta cuaresma? Aún antes, te vas a darle rienda suelta a tus más bajos instintos, en los carnavales y en los antros de vicio donde sólo alimentas tu vanidad y aumentas los agravios, los latigazos, los escupitajos, y me sigues dando de bofetadas sin compadecerte de mí que estoy clavado e inmóvil en la cruz. Qué bien imitas a los soldados romanos que pasaban al pie de mi cruz y, en lugar de compadecerme, hacían muecas y se burlaban de mi sufrimiento. Lo que más me duele y me llena de tristeza en los días santos de mi pasión, es que tú me dejas solo clavado en la cruz, porque tu indiferencia cierra tus oídos a mi grito agonizante de amor; me duele porque me abandonas cuando más necesito de ti y me dejas morir solo en lo alto de la cruz.
Pero, ¿sabes una cosa? Aún así te sigo amando. No importa que me vuelvas a coronar de espinas con tus desprecios, no importa que me des de latigazos con tus apetitos desenfrenados, no importa que abofetees mi rostro con tu indiferencia religiosa, no importa que pongas nuevamente la cruz de tus injusticias sobre mis hombros, no importa que sigas clavando sobre mis pies y manos los clavos de tus odios, egoísmos, maldades y pecados. Si es necesario sufrir nuevamente todo esto por ti, no dudes, estoy dispuesto a ser crucificado cuantas veces sean necesarias; porque yo no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.
Firma: JESÚS NAZARENO.